(Basado en un texto del inolvidable Wimpi, autor uruguayo)
Nemesio Curioso había nacido con una intriga existencial que le abrasaba el seso. Haciendo honor a su apellido levantaba la cabeza del moisés, como atisbando al mundo o jugando a la tortuga.
Y ese vicio de la curiosidad no se le pasó ni en el jardín de infantes ni en la escuela. En cuanto las maestras se descuidaban, ahí andaba Nemesio, destripando las muñecas de las nenas y metiéndole el dedo en las fosas nasales al gato de la portera. Su lema favorito era: "quiero saber qué tiene adentro".
Flor de susto se pegaron todos en el secundario, cuando lo encontraron desmayado, el día que se rompió el frasco de formol que guardaba la yarará, en la Sala de Ciencias.
Así, curioso siguió siempre, pero había algo que lo mantenía en vilo: saber si la bombita de la luz de la heladera permanecía encendida o se apagaba cuando la puerta de la misma era cerrada. Nemesio se acercaba siempre a la puerta del refrigerador, objeto de su mayor curiosidad, pero la luz se mantenía encendida hasta que la goma tocaba el marco.
Nemesio Curioso estaba reventando con la intriga hasta que un día dijo: "tengo que averiguarlo sí o sí". Fue a ver a una contorsionista que le enseñó el arte de enroscarse, y en cuanto pudo tomar forma lo suficientemente chica, como para caber en un estante de heladera, se metió adentro y cerró la puerta. La bombita se apagaba.
Nemesio sintió que había logrado su objetivo en plenitud.
Y así lo encontró la señora que iba a realizar la limpieza de la casa: enroscado y hecho un paquete de carne congelada, pero con la curiosidad absolutamente satisfecha.
Nemesio Curioso había nacido con una intriga existencial que le abrasaba el seso. Haciendo honor a su apellido levantaba la cabeza del moisés, como atisbando al mundo o jugando a la tortuga.
Y ese vicio de la curiosidad no se le pasó ni en el jardín de infantes ni en la escuela. En cuanto las maestras se descuidaban, ahí andaba Nemesio, destripando las muñecas de las nenas y metiéndole el dedo en las fosas nasales al gato de la portera. Su lema favorito era: "quiero saber qué tiene adentro".
Flor de susto se pegaron todos en el secundario, cuando lo encontraron desmayado, el día que se rompió el frasco de formol que guardaba la yarará, en la Sala de Ciencias.
Así, curioso siguió siempre, pero había algo que lo mantenía en vilo: saber si la bombita de la luz de la heladera permanecía encendida o se apagaba cuando la puerta de la misma era cerrada. Nemesio se acercaba siempre a la puerta del refrigerador, objeto de su mayor curiosidad, pero la luz se mantenía encendida hasta que la goma tocaba el marco.
Nemesio Curioso estaba reventando con la intriga hasta que un día dijo: "tengo que averiguarlo sí o sí". Fue a ver a una contorsionista que le enseñó el arte de enroscarse, y en cuanto pudo tomar forma lo suficientemente chica, como para caber en un estante de heladera, se metió adentro y cerró la puerta. La bombita se apagaba.
Nemesio sintió que había logrado su objetivo en plenitud.
Y así lo encontró la señora que iba a realizar la limpieza de la casa: enroscado y hecho un paquete de carne congelada, pero con la curiosidad absolutamente satisfecha.
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