miércoles, 5 de marzo de 2008

Exorcismo: relato de Carmen Amaralis









Trato de mirar y no me encuentro los ojos; en su lugar: dos cuencas de fuego y frío. Estoy ardiendo en llamas, muerta de espanto. Rayos y maldiciones me envuelven, y les oigo reír, gritar mi nombre, mofarse de las veces en que tuve buenas intenciones y fallé por sus culpas, ahora mías.

Las mentiras se convierten en cadenas que me arrastran agarrándome el cabello largo, largo. No tengo fuerzas, pesa mucho mi cuerpo, enredado en el rencor y los prejuicios. Los gritos, cada vez más ensordecedores, se convierten en imágenes ponzoñosas. Las garras afiladas hacen surcos profundos, dejando ver las vísceras. El corazón está seco, cubierto de raíces.

Palpo este cuerpo en convulsiones y espasmos. Lo reconozco, es el mío. Estoy entre la cruz y el vientre de Luzbel. Hablo lenguas, de mi garganta salen alaridos roncos y en espirales se disuelven sobre el altar.

Siento una presencia aunque no puedo ver, está ahí. Me cubre con inciensos y lucha por arrancar de mí los mil demonios que me atormentan. El olor a azufre me penetra hasta la garganta y un áspero ardor me nubla aún más el sentido. Lucho por besar la cruz. No puedo. Me arrastro poseída, trato de apartar las sombras, tocar a mi ángel. Me aferro a sus manos y en vano trato de incorporarme. Es entonces que recuerdo el momento de mi nacimiento. Me veo envuelta en la sangre materna, y en los ojos todo el azul del cielo se mezcla con el hedor de la noche. En mis oídos cantos gregorianos me elevan ante el trono majestuoso.

Desde la luz lejana una voz diamantina se escucha cuando dice: estaba escrito, no naciste para amar. Es entonces cuando caigo muerta. Nunca se logró el exorcismo.

2 comentarios:

juan dijo...

esta historia esta muy bien me a gustado mucho

Los Bichos de Luz dijo...

Hola, ¿cómo puedo ponerme en contacto con la autora de este relato?