jueves, 13 de marzo de 2008

Nací un jueves: Cuento de Lola B.



Nací un jueves, al rayar el alba y, según mi madre, en ese mismo instante una estrella muy luminosa cayó del cielo y se fundió en el mar…
Todos decían que había nacido bajo el signo de las aguas, y yo, aunque no supiera el significado de esas palabras, me las creí.
Mi mundo interior, durante muchos años, fue verde y azul; como mis sueños, como mis juegos. Recuerdo que, con apenas cinco años, recogía las primeras margaritas que me regalaba la primavera, y tejía con ellas coronas para engalanar mi pelo: ¡durante años pensé que eran corales y caracolas!

Por alguna razón que desconozco me estaba totalmente prohibido acercarme a la orilla del mar, y eso que lo tenía constantemente ante mis ojos…También disfrutaba, durante aquellos años, dejando que mis manos se empaparan del rocío que atesoraba la hierba: ¡eran espuma y gotas salinas lo que yo soñaba tocar! Sé que mis padres me observaban entre sorprendidos y preocupados. Yo, ¡no era una niña como las demás!

La gente comentaba, lo sé, ya que, al llegar yo, en multitud de ocasiones pude advertir que, a mi alrededor, se hacía un forzado silencio… Mi aspecto les llamaba la atención. Mi piel blanca y casi trasparente brillaba bajo el sol como si tuviera escamas, al menos eso decían ellos; mis cabellos, rojos y rebeldes, eran del color de las algas, y mis ojos tenían esa transparencia azul de las aguas quietas…

Mi nombre es Marina, extraño nombre para alguien a quién le tenían prohibido acercarse al mar… Crecí feliz, aunque llena de interrogantes. La naturaleza que me rodeaba era mi más asidua compañera. Sus sonidos y olores estimulaban mi imaginación siempre deseosa de nuevas experiencias. El tiempo pasó por mí de la misma manera en que pasa por el resto de los mortales: unas veces rápido y otras lento, pero os puedo asegurar que, a decir de los demás, a los dieciséis años me había convertido en una espléndida mujer…

Un seis de octubre, si mi memoria no me engaña, durante una de mis ensoñaciones sobre la hierba verde, escuché su voz acariciando mi piel:
-Pareces una sirena…

-¿Una sirena?, ¿qué es una sirena?

Su risa sonó profunda y cantarina, como el sonido de las olas sobre las rocas…

-Es una mujer mitológica y misteriosa nacida de los sueños del mar.

-¡Qué hermosas palabras dices…! ¿Quién eres que hueles tan diferente a las demás personas que conozco?

-Para ti me llamaré Neptuno, ya que vivo en el mar, de él proviene el olor de mis ropas y mi cuerpo.

-¿De él…?

-Sí, gotas de sal y brisa; aroma de algas y corales; noches serenas y oleajes intensos que te dejan empapado de agua; espuma, estrellas, pedacitos de luna…

Durante quince días seguidos Neptuno acudió a nuestra cita no pactada. Me contaba cosas fantásticas del mar y sus habitantes.Leyendas imposibles, y viajes a lejanos mundos. Me regaló una caracola para que escuchara el sonido de las olas, y yo la oía por las noches, como si sus lejanos ecos me acercaran más a él… Mientras Neptuno hablaba yo me iba empapando, más y más, de su olor y sus palabras. Un sentimiento desconocido e intenso empezó a nacer en mí… ¡Vivía solamente para los momentos en que estábamos juntos!

Un veintidós de octubre, si no recuerdo mal, dejó de acudir a nuestras citas. Le aguardé ansiosa los primeros días. Desesperada los meses siguientes. Enloquecida durante tres años… Dejé de comer, de reír, aseguran que me puse tan pálida como un lirio. Todo eso hasta hoy: hoy seguiré el rastro de su olor hasta encontrarlo…

La playa del pequeño pueblo es un tumulto y una algarabía de gente que se lamentan y cuchichean. Están todos alrededor de un cuerpo, blanco, de mujer, que les ha devuelto el mar esa mañana desapacible del mes de octubre…

-¿Quién es…?, pregunta un lugareño despistado.

-Es, Marina, la ciega de la casa grande,-le responden-, nadie conoce la razón que la hizo bajar a la playa y adentrarse en el mar hasta que se ahogó.

-Pobre chica. Parece realmente una sirena con su pelo de algas mojado, y…esa caracola que aprieta fuertemente entre las manos…

No hay comentarios: